Camilo se levanta a las nueve de la mañana usualmente, pone sus
pies en una alfombra de caña flecha negra la cual ha sido testigo de muchos de
los peores y mejores momentos de los últimos cuatro años de su vida, para
muchos un tiempo en donde no muchas cosas cambian, para él, tiempo más que
suficiente para poderse considerar otra persona; alguien totalmente diferente a
quien solía ser. Después de tomar un
baño con pocas ganas y desayunar lo mismo de todos los días (un pedazo de pan y
un poco de agua de panela), se dispone a empezar su ritual diario.
Lo primero en su lista es su maquillaje, así que toma el lápiz
negro ya casi terminado de tanto uso y empieza a delinear sus ojos con la mayor
cantidad posible dando una apariencia marcada e intimidadora, después se
dispone a colocar sus seis piercings en sus respectivos lugares e
inmediatamente a vestirse con una camisa oscura ya vieja y desgastada de tanto
uso, un pantalón negro deshilachado y un collar de taches puntudos el cual lo
acompaña desde el principio de esta etapa.
Camilo sale de su casa a eso de las diez y media de la mañana y
toma el autobús con único destino al centro de Bogotá, donde como todos los
días lo espera… Nadie y a la vez todos. Al llegar saluda con voz suave casi
imperceptible a un grupo de gente similar a el, con vestimenta del mismo
estilo, zapatos iguales y con el mismo propósito que el, mostrarle al mundo la
infelicidad que el mismo le ha mostrado a ellos. Hora tras hora estos
individuos hablan acerca de los tortuosas situaciones de sus vidas y como no
pretenden ser comprendidos ya que saben que nadie entenderá el dolor tan
profundo inherente a su ser.
Como respuesta al mundo cruel al que por fuerza mayor y situaciones
del destino les tocó vivir, usan todo tipo de sustancias psicoactivas siendo el
alcohol el último la lista, sus cuerpos cansados del abuso de las cuchillas que
utilizan para según ellos botar el repudio a la vida que sienten se ven
cansados, maltratados y pálidos de los estragos diarios a los que se ven
sometidos. Para muchos de los espectadores que pasan por el lugar a diario este
escenario es un espectáculo grotesco y sin sentido donde un grupo de jóvenes
rebeldes sin causa buscan ahogar sus penas en las perdiciones de la vida, para
Camilo y los que lo acompañan, un estilo de vida que mueve los pedazos rotos y
maltratados de su ser.
Como Camilo y estos jóvenes, muchos otros hoy en día buscan un
grupo con el cual sentirse identificados; un lugar donde no se sientan juzgados
y puedan tener pares que entiendan su percepción del mundo. Se les puede llamar
de muchas formas: masas, grupos, tribus etc. Pero lo que es claro hoy en día es
que este tipo de afinidades con respecto a una concepción subjetiva de lo que
estar vivo significa, puede llevar a consecuencias nefastas no solo para
quienes hacen parte del grupo, sino para sus familias y la sociedad en general.
Tener en cuenta que la importancia de la vida prima sobre una
identificación de ideales, debería ser una preocupación colectiva entre los
padres para poder guiar a los jóvenes por un camino en el cual en un mañana no
sea necesario estar en situaciones de riesgo inminente, amenazando el porvenir
futuro de estos individuos.